Principio de simplificación y del
enemigo único.
Adoptar una única idea, un único
símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una
sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma
individualizada.
Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los
propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes
negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
Principio de la exageración y
desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por
pequeña que sea, en amenaza grave.
Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular,
adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.
Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo
mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su
comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un
número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra
vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo
concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si
una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente
informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario
responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del
adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de
fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones
fragmentarias.
Principio de la silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las
que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el
adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación
afines.
Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda
opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología
nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de
difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente
de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de
unanimidad.
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