Nous
venons d'un monde irréparable
Hélène
Dorion
El haber sido despojados nos hace ciudadanos de un país impalpable. Detengámonos en el sufrimiento, por un momento. No lo evitemos con un positivismo apresurado y de pacotilla. En el despojo hay que hundirse, dejar que su viscosidad atraviese nuestras fosas nasales e invada, marea negra, nuestros pulmones hasta el sollozo, cada día contenido apenas. Ahoguémonos en estas arenas movedizas donde todo lo que no se mueve se está hundiendo y aquello que desesperadamente se agita, se hunde más rápido. El despojo tiene su propia belleza. El país donde nacimos ahora vive ahí, en ese corredor absurdo en el que nos encontramos, perdidos del tiempo, de la cronología de nuestra historia, en el olvido momentáneo de todo lo que no pudimos, de lo que no tuvimos. Quizás aún más vivo en la consciencia calcinante de lo que hemos perdido. La negación y la indiferencia son inadmisibles. Porque esa es la vida que le queda a nuestro país: que sigamos haciendo lo que hacemos pero signados por este ángel exterminador que ha marcado todas nuestras puertas. Así nos devolvemos ese país que ya no podemos tocar.
Geraldina Méndez
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