lunes, 7 de diciembre de 2015

El país inalienable

Los gritos se pierden en la vastedad de mi país. Rafael Cadenas 




Los yanomamis consumen las cenizas de sus muertos. Así convierten en suyo el suelo que pisan. Se llevan a su país consigo, pues nación es esa tierra donde entierras a tus muertos.

Yo no sé escribir de la esperanza. No soy creyente y nos abraza la desolación. El abismo nos mira a los ojos. La pérdida es un estado de sitio.  

Cuánto hemos votado, cuántas noches esperado, cuánto nos han humillado, insultado, golpeado, cuánto nos han arrebatado, cuánto nos han cambiado, cuántos de nosotros presos, cuántos asesinados. 

Durante las últimas horas nos hemos acompañado de la mejor forma que hemos podido, y no ha habido distancia infranqueable. En la madrugada entendí que nunca ha dejado de ser así. Hemos estado presentes, hemos bebido hasta la última gota amarga, y lo seguiremos haciendo.

Nómadas, algunos de nosotros llevamos el país por dentro. El país donde nacimos no deja de doler. 

Estemos donde estemos, estamos todos juntos. Uno podrá irse del país pero el país no se va de uno. Nadie puede quitárnoslo. Y que más nunca nadie se atreva a negarnos el derecho a poseerlo. Lo volveremos a recuperar, y habrá algo, como este 6 de diciembre, que permanecerá en nosotros inalterable, y, como hoy 7 de diciembre, lo veremos y nos reconoceremos. 

Como escribió Viktor Frankl, psiquiatra judío vienés que sobrevivió a un campo de concentración: "La libertad, no obstante, no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad." 

País mío, te bendigo, pero no desde la magia de dioses imaginarios en los que no creo, sino desde la visceral, mutua y fatal pertenencia.




Ayer, como escribió nuestro poeta Rafael Cadenas, le hemos entregado a nuestro país "una flor sorprendente".



Geraldina Mendez


No hay comentarios:

Publicar un comentario