Venimos de un mundo irreparable.
Hélène Dorion, poetisa quebequense
No se puede regresar a un lugar
que ya no existe.
La metamorfosis terrible a la que
estamos sometidos nos abandona a diario en un país otro. Morimos cada día un
poco y nuestro duelo es constante.
Reducida la vida a la búsqueda de
lo más básico, nos dedicamos a sobrevivir, minuciosamente.
¿Dónde habitamos cuando el piso
se nos mueve bajo los pies?
Como insectos de luz en un vuelo
ininterrumpido, buscamos retazos de esperanza. Ella, mal hábito, cruel, cuando
azota, hace doler aún más la gran herida palpitante en la que se ha convertido
nuestro país. Agotados, suspendidos en una pesadilla siempre cambiante que nunca
tenemos tiempo de soñar, de la que despertamos en otra, pesadilla dentro de
pesadilla pero tan real como el puñetazo diario de vivir, añoramos un espacio perdido
tras esa palabra que nos han arrancado, esa palabra que han arrastrado por el
suelo: la patria.
Sin patria no hay regreso.
Geraldina Mendez
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